El Tomoscopio de Mimbre rinde homenaje a un grande de las Artes: Ramón Gaya. Sobre todo por la manera en que supo entender e incorporar a su acervo artístico la pintura oriental. A su vez, la novela no perdió la oportunidad de destacar su amistad con otra grande, en este caso del pensamiento: María Zambrano.
Ramón Gaya recibió en su día calificativos entre otros como el de «pintor poético», probablemente porque tenía el talento para pintar el alma, cosa sólo al alcance de esos elegidos para artistas de la intimidad. Este blog es magnífico para conocer su arte.
Imbuido por una corriente que R.H. Blyth plasmó en una frase antológica: «El haiku es un dedo señalando a la luna. Si el dedo está enjoyado, no vemos a dónde señala«, esta influencia no surgió en Ramón Gaya de la nada. Fue a partir de su estancia en ese exilio mexicano, que entró en contacto con poetas como Octavio Paz, Juan José Tablada y Xavier Villaurrutia, lo que permite comprender ese periodo pictórico del autor con esos rasgos zen, plasmados a través de imágenes de colores y luces pálidas producto de los guaches o pasteles empleados.
Contemplen el original de Hiroshige y la versión que realizó de este cuadro Ramón Gaya rebautizado por él como «La Tormenta»: