Aquellos que vivieron este magno evento siempre tienen a mano algún sucedido, anécdota o recuerdo agradable que los retrotrae a un 1992 en el que las cosas pintaban de otra manera.
La ciudad de Sevilla no tuvo problemas en llevar hasta sus extremos el concepto de cosmopolitismo del que los tangerinos ya veníamos con sobrado entrenamiento. El público tuvo ocasión de conocer muchas innovaciones, muchas gastronomías y, más importante, gente de todo pelaje y condición. Y eso no pasó desapercibido para El Tomoscopio de Mimbre.
Una pena que los de siempre (los del «vamos a llevarnos bien, todo lo que podamos llevarnos bien») tuvieran la ética tan blanda y la cara tan dura para sublimar tanto metal pesetero.
Para quitarnos ese mal sabor de boca anterior, ¿qué tal un paseo por uno de los pabellones más impresionantes de la Exposición Universal? Efectivamente, Japón. Con saber que no se utilizó un solo clavo en su construcción, comienza el asombro.
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