Tal como cuenta Juan Inazio Zulaika, gran pelotari y padre de gran pelotari, todo empezó cuando un campeón egipcio de boxeo, Haig Assadourian, en una de sus peleas en Italia a principios del siglo XX, conoció al militar retirado Giacomo Pagliarani, apodado «Il Colonello», por entonces gerente del Frontón Diana de Milán.
El italiano, introductor del Jai Alai en Italia, atendió la sugerencia del boxeador de abrir un frontón en El Cairo, del que años más tarde acabaría como encargado tanto de éste como el inaugurado en Alejandría, en unos tiempos en los que este país comenzaba a vivir su momento de esplendor.
Época ésta que acogió al ex-pelotari Teodoro Jáuregui que, tras jugar por medio mundo y emparejarse con la rebelde y aventurera bayonesa Jeanne Amélie Clerisse, «rebautizada» Marga en las Clarisas de Hondarribia, quedó gratamente impresionado por las loas a la tierra de los faraones del embajador británico en Egipto, lord Graham, con el que coincide en un festival de cesta en San Juan de Luz.
La pareja se echa la manta a la cabeza y pone rumbo a El Cairo, donde se codeará con las altas esferas hasta el punto de presentarse como los condes de Andurain. Y esto es debido al dinero que hereda la francesa de su familia, que le permite a Jáuregui comprar el 51% de las acciones de «Il Colonello» cuya gestión de los frontones era manifiestamente mejorable. Precisamente en el mismo 1925 en el que aterriza por esos lares Daniel Guridi, «Guridi I», pelotari de Arrasate, reclutado para el plantel en ambos frontones, cuyo testimonio ha permitido rescatar estos hechos.