La primera vez que escuché hablar de los algoritmos genéticos fue por boca de Regina Llopis, fundadora entonces de la incipiente empresa barcelonesa AIA (Aplicaciones en Informática Avanzada), en un curso de verano celebrado en El Palacio de la Magdalena en Santander sobre Inteligencia Artificial.
Me remonto al año 1990, en el que había que discernir si lo novedoso era la Inteligencia Artificial o que una mujer en España mostrara una vasta preparación en este campo. Reconozco que su ponencia fue de las más atractivas del curso y nunca pude olvidar cómo habían conseguido minimizar la ruta de recogida por parte de los camiones de una empresa lechera en Galicia. Todo esto simulando mediante algoritmos lo que la evolución enseña a los seres vivos a lo largo de años de prueba y error, pero todo ello a velocidad de ordenador.
Esta fue la razón, además de por el espíritu de responsabilidad social de la que siempre ha dotado a su empresa, por la que se eligió AIA como trampolín inicial para el hacker catalán que acompaña en su aventura al protagonista de El Tomoscopio de Mimbre.
Hoy en día, la empresa se dedica a implementar soluciones a problemas complejos con altísima tecnología y valor añadido, como pueden comprobar en su página web. ¡Véte tú a hablarle a esta señora de ChatGPT!