La isla misteriosa

polinisla

¡Flor o mala hierba del océano!

Que El Tomoscopio de Mimbre es un enorme fan de la obra de Julio Verne, no queda duda tras leer la novela o algunas de las entradas dedicadas al maestro del relato. Pero no es al libro que así tituló al que hoy vamos a hacer referencia.

En un reciente artículo publicado en El Mundo, se hacía mención a un proyecto en los que andan enredando unos cuantos cerebros norteamericanos capitaneados por el matemático e ingeniero informático, Patri Friedman y Peter Thiel, que es el que ha empezado poniendo el capital inicial para ello.

El hecho de que uno de ellos sea nieto de Milton Friedman, no arregla mucho su tarjeta de presentación porque como ya se advirtió al hablar sobre las islas flotantes de los Uros, ¡criaturas inocentes!, ya se estaban ideando otros proyectos que permitieran islas flotantes surcando aguas internacionales con el único objetivo de llevar al extremo el concepto de offshore financiero.

¡El tiempo (o el clima) lo dirán!

Se llevaron por delante la cesta-punta…

trampa

¡A cada uno le va lo que le va!

…y van camino de hacer lo propio con la economía de todos. ¿A qué me refiero?: a las apuestas, obviamente. Desde el momento en que la mayoría de modernas herramientas financieras fueron diseñadas por ludópatas adeptos a la cofradía del egoísmo ilustrado, la economía se está trufando de vulgares chiringuitos que pueden mover ingentes montañas de dinero «del de apuntar» al modo de un casino.

Ni que decir tiene que las magnitudes no son comparables entre la economía y este deporte. Aunque algún detalle sí. Mientras se entiende que la apuesta, al igual que la sal, es el condimento del plato no existe problema como tal. Cuando el condimento pasa a ser el plato, mal vamos.

La buena noticia es que todo esto desparecerá cuando una masa crítica de personas se decida a emplear su dinero mayormente en proyectos de economía productiva.

no dejes que te roben la cartera

Una economía de película

La-vandera de cine

La-vandera del cine

Sí, es cierto, y respondo con esto a un amable lector. Buena parte de las grandes superproducciones que se realizan en La Meca de la cinematografía, Hollywood, no tienen como fin principal el entretenimiento del público. Tienen más bien que ver con otro tipo de entretenimiento como es el dinero invertido con objeto de que adquiera una tez cada vez más pálida. En la novela El Tomoscopio de Mimbre se dedica algún párrafo al tejemaneje en que se ha convertido la industria del cine en Hollywood.

Tres cuartas partes de lo mismo ocurre con la economía de los pelotazos. Asistimos de unos años a esta parte a multitud de compras de equipos de fútbol, con el consiguiente mercadeo de jugadores, protagonizados por unos millonarios aparentemente sin relación con este deporte profesional. Bueno, lo de deporte es por decir algo. En la actualidad, esto ya ha trascendido cualquier parámetro deportivo para escalar a niveles de fortín financiero.

Economía de casinos: «casinada» al aparato

Dado

¿Hagan juego? ¡Con mi futuro, no!

Decía Paul Samuelson, primer economista norteamericano ganador de un Nobel en Economía: «una inversión debe ser más como esperar que la pintura se seque o que la hierba crezca. Si quieres emoción, coge 800 dólares y vete a Las Vegas».

Todos hemos escuchado eso de que los políticos, cuando dejan de pisar la calle, acaban tomando decisiones poco enfocadas al bienestar general. ¿Qué decir entonces de esos escuadrones de financieros cuyos objetivos se limitan a «arreglar» números en una pantalla de ordenador en pos de algún beneficio particular? Cuando coincide que esos movimientos de números, que tienen mucho de apuesta, acaban llevándose por delante los trabajos de mucha gente cuando no las condiciones de los que los mantienen, entonces hay mucho que alegar.

El escritor Jack London, en tiempos de la fiebre del oro norteamericana, ya apuntaba el devenir de aquellos polvos en este poema y como queda constancia en El Tomoscopio de Mimbre:

Sólo esto, de todo, quedará.
Arrojaron los dados, y vivieron.
Parte de lo que juegan, ganarán
Pero el oro del dado lo perdieron.