El tramo final de la novela El Tomoscopio de Mimbre se desarrolla en tierras japonesas y como en entradas anteriores en este espacio, tampoco olvida la gastronomía local. Aunque lo primero que hay que tener en cuenta es que este país tuvo un antes y un después a la apertura de puertas a países extranjeros.
Porque en los años anteriores a 1868 el pueblo japonés no era de comer carne. La base de la dieta siempre estuvo compuesta por cereales como el arroz, el mijo, el sorgo y el trigo sarraceno cultivados en alternancia con la cebada y otras legumbres. Para completar el menú incluían vegetales, pescados y algas.
Pero a raíz de entonces, y sobre todo tras la II Guerra Mundial, la gastronomía fue adquiriendo otras dimensiones. Los nabe son los guisos por excelencia del país, existiendo tanta variedad como regiones. Luego están la soba y los ramen, que son esos fideos que van en las sopas. Suelen llamar la atención los Takoyaki que son como una especie de bolas de harina frita rellenas de pulpo.
No obstante, la alimentación varía en función del festejo que marca el calendario: año nuevo, el día del niño, la entrada al colegio y así todo lo que puedan imaginar.
¡Y sí, también existe el sushi! Pero de ese ya tienen noticias a diario aquí en Occidente. Sin embargo, lo que probablemente no conozcan sean los Isakaya que, para que lo entiendan bien, vienen a ser una especie de bares de tapas. ¡No se los pierdan!