En España tenemos no pocos balnearios de renombre, La Toja, Lanjarón, Arnedillo, Mondariz, pero Italia no se queda manca con los suyos. Uno de los más afamados, por la calidad de su agua mineral y por el imbatible márketing desplegado en su día, está enclavado en una pequeña localidad alpina casi fronteriza con Suiza: San Pellegrino Terme.
Esta estación balnearia vivió su etapa de gloria desde mediados del siglo XIX, aunque sus propiedades se conocían ya desde el siglo XIII, llamando la atención del mismísimo Leonardo Da Vinci que las estudió in situ. Lo típico en la época al convertirse en lugar de vacaciones era construir un lujoso casino donde se reunían las familias pujantes de la sociedad. Sin embargo, no pudo escapar a la caída en el olvido y en el deterioro de sus edificios, como otras muchas estaciones balnearias europeas.
El Tomoscopio de Mimbre introdujo en la novela un guiño a esta localidad tras una visita realizada en verano de 2006. Por motivos que no vienen al caso, el alcalde tuvo el detalle de abrir el Gran Casino, por esas fechas recientemente restaurado, y organizar una noche de baile para los jóvenes a los que acompañaba en ese viaje. La imagen que ven debajo es exactamente la que nos encontramos al entrar. La otra sorpresa fue conocer a la única residente catalana en el pueblo.