Si el mundo del trading había conseguido que las finanzas de todos fuesen cada vez más inestables, desde la incorporación de los robots (programas de ordenador diseñados para reaccionar en décimas de segundo a los vaivenes del mercado) la operativa de los traders ha adquirido velocidades de vértigo.
Y ya se sabe que cuando se bate rápido, una simple clara de huevo adquiere mucho volumen aunque escasa consistencia. Es poco más o menos el efecto que el trading provoca en la economía mundial, traspasando así la resaca de dicho vértigo, finalmente, a la economía de las personas.
Un gran catalizador de este tipo de actuaciones es la City de Londres, de la que se ha hecho referencia antes en este blog. Por eso no debe ser casualidad que el gobierno británico se haya puesto manos a la obra montado un doctorado en Finanzas Computacionales (el UK PhD Centre for Financial Computing and Analytics).
¡Por muy bonito que parezca, como en la imagen, no deja de ser espuma!