Si hay algo que ya tiene claro un lector de El Tomoscopio de Mimbre es que los estereotipos se combaten con la lectura, pero sobre todo con los viajes. Después de vivir no pocas vicisitudes en el continente americano, los vientos de la trama llevan al protagonista de la novela a tierras donde Europa y Asia se confunden: Estambul.
Primer paseo por la calle y sorpresa; resuenan los ecos de un tango en boca de Gardel. No es Buenos Aires. Continúa el son de milonga por las calles del barrio de Beyoglu pero en esta segunda parada lo curioso es que la letra no es porteña. Increíble, ¡un tango cantado en turco!
No obstante es Estambul junto con Helsinki, capital del tango allende las fronteras argentinas si se atiende a la popularidad que goza entre los habitantes del país otomano. Tradición que se remonta a los locos años veinte del siglo pasado del que esta ciudad no quedó ajena y cuyos pioneros de honor fueron la gran Seyyan Oskay y el inigualable Ibrahim Özgür. La imagen de la entrada no puede ser mejor testimonio.