Si es que no hay nada como el bilingüismo y la movilidad laboral, que decía la ministra Bañez. Algunos de nuestros jóvenes emigrantes, los más afortunados, se encuentran con un horario de lo más peculiar al enrolarse en una empresa: 925. Para entendernos, nine to five, o dicho en castellano, de nueve a cinco.
Hay que reconocer que ahí se incluye la media hora larga para comer. Tiempo más que de sobra cuando a eso de las 12:30 horas, lo habitual es meterle al cuerpo un triste sándwich. Parecido al horario de Sara en El Tomoscopio de Mimbre.
Ahora que en España se está abriendo, una vez más, el debate sobre la normalización de horarios convendría conocer lo que se hace en otras partes y también en la nuestra, que no es plan de cambiar por cambiar. Pero ante todo, por favor, que nos devuelvan al huso horario prefranquista. ¡Al final era Canarias la que llevaba bien el paso y no todos los demás!
Para esto del 925, me sigo quedando con Dolly Parton.