Todo tangerino que haya vivido en la ciudad a partir de mitad del siglo pasado tiene una marca dulce perenne en su memoria. La responsable no fue otra que la mítica Madame Porte cuyo salón de té era la referencia en materia de pasteles, tartas y, aunque pueda extrañar, yogures. De hecho, era signo de cierta relevancia social dar de comer a los bebés un yogur de Porte en cucharilla de plata.
Como niño tangerino que fui, nunca conocí la parte de arriba del mostrador. Menos mal que a través del cristal se divisaba toda aquella variedad de pasteles y bombones a cual más tentador.
Una pena que, hoy en día, de todo aquello, sólo se conserve el nombre. No obstante, en El Tomoscopio de Mimbre se le rinde un modesto homenaje.
Pingback: Tentaciones de un más allá de andar por casa – El Tomoscopio de Mimbre