Hubo un tiempo en el que a casi nadie le importaba a qué hora salías de casa, qué recorrido hacías de camino al trabajo o en qué te gastabas el dinero. Y los poquísimos «cotillas» interesados en ello, no tenían los medios para monitorizar tantas fuentes como hoy es posible.
Es cierto que las empresas adquirían datos de los usuarios regalando tazas, balones y demás, tras recibir del cliente las protocolarias cinco tapas de yogures rellenando el cupón adjunto. ¡Pecata minuta, visto ahora!
En la actualidad cualquier movimiento, compra o consulta es registrado con total placet y/o desconocimiento de los usuarios en bases de datos masivas. Por eso, al abaratarse el procesado y almacenamiento de datos han surgido empresas que, utilizando algoritmos matemáticos sofisticados, están obteniendo de esos datos perfiles de comportamiento de los usuarios. Todo para llegar al paroxismo de la cuantificación del yo con objeto de comerciar con esos datos por parte de una serie de data brokers.
Algo de esto puede encontrarse también en El Tomoscopio de Mimbre.