Amézketa, el último nihilista

amézketa

¡La Dolce Vita de un exilado español!

«No sé si pertenecía a este mundo. Era un privilegiado, porque tenía una visión ética de la vida extremadamente equilibrada», dijo de él Pedro Arrupe, General de los Jesuitas, orden a la que perteneció hasta casi los dieciocho años. Tras los cuales se echó el petate al hombro y abandonó el seminario jesuita para huir de una mili poco atractiva para él en tiempos de Franco.

Y fue así como Ángel Amézketa llegó a Ginebra (vía París) donde consiguió, como muchos exilados españoles, un trabajo en la ONU. Lo que le permitió conocer a José Ángel Valente, y a Jorge Luis Borges de refilón. Pero entre el calvinismo que es muy cansino para determinados seres y la retirada de su pasaporte en la embajada, el destino le llevó en 1969 hasta Roma, donde le expidieron un pasaporte para quince días. Sin embargo, las gestiones realizadas por el padre Arrupe lo habilitaron para ejercer de bibliotecario de la sede jesuita en la capital italiana, por lo que se acabó quedando.

En El Tomoscopio de Mimbre es José Ángel Valente el que hace referencia a este poeta vasco, al constatar el origen y color de piel del protagonista. Utiliza la expresión «vasco aceitunado» acuñada en uno de los poemas del sabio de Aroniz.

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