Este polifacético y versátil artista norteamericano dio muestras de sus dotes desde muy joven, encumbrándose con aquel simulado episodio radiofónico de La Guerra de los Mundos en 1938. Éxito que le brindaría la oportunidad de firmar con la cinematográfica RKO la realización de una serie de películas, de las que sólo pudo rodar tres años después su obra maestra titulada Ciudadano Kane. ¡De nuevo pelotazo, claro! A partir de ahí, las secuelas de la II Guerra Mundial trajeron a EEUU una ola de anticomunismo aventada por un senador de triste recuerdo llamado Joseph McCarthy, que no dudó en señalar a Welles como sospechoso de serlo.
Eso lo llevó a desplazarse a Europa para buscarse la vida que en su país se le había complicado en lo laboral. Y España fue donde mejor encajaron algunas de sus aficiones. Desde entonces estuvo obsesionado con filmar la universal obra de Cervantes, don Quijote de la Mancha. Pero también se enamoró de la tauromaquia así como de la cesta-punta. Tan es así que en su película Sed de mal dejó una pincelada de su afición a este deporte, corroborada por la imagen de portada.
Curiosidad a partir del segundo 45: