No es de extrañar que este tema tenga siempre cabida en este blog. A lo largo de la novela El Tomoscopio de Mimbre se visualiza en varios momentos cómo el protagonista ha de adquirir terminales móviles de «usar y tirar». Una práctica habitual cuando una persona no desea ser rastreada por quienes pueden estar interesados en conocer su paradero.
Este tipo de comportamientos que hasta hace un año podía encuadrarse en el marco de fútiles paranoias o carne de guión para una película, ha tenido su refrendo, ¡y más allá!, al conocerse la información que oportunamente filtró Edward Snowden al periódico británico The Guardian. Esos datos pusieron en evidencia a la Administración Norteamericana que por mil veces venía negando el sistemático y masivo espionaje de datos tanto a enemigos como a aliados. Esto último no muy bien acogido por unos gobiernos supuestamente «amigos».
Se cumplen en estos días tres años de la petición de asilo de Edward Snowden en Rusia para evitar su escarnio integral. Un personaje que quieren que pase a la Historia como el gran traidor de su patria cuando lo que ha conseguido es advertir al mundo sobre la calidad del escrúpulo que gasta el gobierno de los EEUU en esta materia.
Les dejo, a golpe de clic, un magnífico artículo de Enrique Dans ofreciendo su visión al respecto.