… y se llama Javier Ruibal. Un poeta de El Puerto de Santa María (Cádiz) que halló en el «vaporcito» de la música la forma de hacernos llegar sus versos de agua y luna.
Todos esas vivencias, esos recuerdos, esa cesta, ese tomoscopio, ese siurell, esos Pasos Perdidos, no se hubieran transformado en novela de no ser por el cocinado a verso lento que recibieron de mano su música. Y uno de los motivos puede ser porque la música de este genio es tan mestiza y viajera como la aventura que nos ocupa.
Su disco La piel de Sara (1989) fue el primero que adquirí de este artista. Sin embargo, ya le tenía «cogida la matrícula» desde tres años antes. Y así hasta hoy en el que se volvió un imprescindible de cabecera.
¡Un honor coincidir en esta vida, Javier!