Este señor que comparte instantánea con el autor de El Tomoscopio de Mimbre no es ni más ni menos que «un personaje y cuarto» que aparece en la novela. Porque Juan Morillo, aparte de protagonizar un episodio absolutamente delicioso en su pueblo natal, Fuentes de Andalucía (Sevilla), imprimió algo de su carácter en ese maestro republicano, don Everardo Loizaga, que tan buenos momentos compartió con el protagonista del relato.
La cara de felicidad que puede observarse en la imagen no es tanto por recibir el ejemplar de cortesía, al que se hizo más acreedor que nadie desde el principio, sino por ser un hombre ya jubilado de su profesión de maestro de escuela. Por él han pasado unas cuantas promociones de niños que aprendieron a leer con textos San Juan de la Cruz, por ejemplo, y que aprendieron a vivir con una mirada diferente al mundo en la que la sensibilidad tenía mucho peso.
En la actualidad y lejos de quedarse en casa a medir nubes desde su ventana, sigue ilustrando a muchos colectivos (teatral, vecinal, sindical, político, etc…) en la idea de que las personas deben luchar por aquello que en justicia nadie debe arrebatarles: una vida digna.
¡Un lujo compartir espacio y tiempo con usted, caballero!