Uno de los templos en el que se elaboraban unos magníficos helados en Tánger siempre fue nuestra recordada Heladería Coloma. Aunque mi memoria gustativa sea ahora más fina, no olvida aquellos helados de diez bolas en cucurucho con el que se nos premiaba, de niño, en ocasiones excepcionales.
Esta heladería tuvo su primera radicación en la calle Marco Polo, para luego establecerse en la calle Juana de Arco (ahora Allal Ben Abdellah).
Me contaba mi madre que uno de los placeres de mi abuelo Joaquín, en sus años de pelotari en la ciudad, era subir la cuesta del Hotel Cecil hacia el Sagrado Corazón, hacer su parada en Coloma y degustar en plato con cuchara sopera ese río de felicidad congelada. Lo encontrarán, cómo no, en las páginas de El Tomoscopio de Mimbre.