El primer santo negro

San Martín de Porres

La generosidad de los milagros siempre para otros; no hay más que verlo.

Por si alguno de los lectores no estaba al tanto, al limeño San Martín de Porres le corresponde tan honroso privilegio católico. La circunstancia de su negrura de piel, producto del «amancebamiento» de un burgalés con una mujer negra eximida de su condición de esclava, no consiguió oscurecer su abnegada y siempre generosa trayectoria clerical. Todo un detalle de modernidad que no quiso pasar por alto El Tomoscopio de Mimbre.

A lo mejor alguno de ustedes conoce de su vida y milagros gracias el cine por una película basada en su vida, titulada Fray Escoba. Y eso que este limeño hubiera dado para más de una por la de relatos que de él se cuentan. No obstante, sus inicios en la vida religiosa vinieron marcados por su carácter ilegítimo, único destino posible reservado a los de su condición para ejercer un oficio de provecho.

Pero tal fue su ejemplo de compromiso con la limpieza, y con los demás, que su carrera dentro de la Iglesia tuvo mayor recorrido y repercusión del esperado. Tan es así que aparte de su reconocimiento como santo, llegó a detentar no pocos patronazgos entre los que destaca, por curioso, el de la Orden de los Caballeros Templarios Escoceses del Perú.

Menos mal que se quedó en santo y no llegó a ángel porque el pintor de este cuadro podía haber variado la opinión de Antonio Machín a la hora de proclamar la inclusión pictórica de Ángelitos Negros en su legendario cantar.