Hay que situarse en la Francia de entreguerras. Un joven maestro, reclutado para la I Guerra Mundial, la acaba herido en un pulmón. Aunque eso, lejos de hacerlo cobarde, lo armó de coraje. Ello unido a los cuatro años de convalescencia, que le hicieron ver claramente que el avance de una sociedad iba de la mano de una educación centrada en el alumno y su contexto.
Así, en su prueba y error diario, terminó siendo uno de los hombres que más ha contribuido a modernizar las pedagogías e inspirar todavía a un gran número de maestros y profesores.
El Tomoscopio de Mimbre, a través de un personaje de la novela como el maestro Don Everardo Loizaga, rinde su modesto pero emocionado homenaje a este «adelantado» que dejó entre otras perlas su libro Les téchniques Freinet de l’école moderne.
A continuación, un extracto de su pensamiento docente:
«La renovación escolar presupone una revisión a fondo de la pedagogía, un cambio radical en las técnicas de trabajo y de vida, una revisión sin la cual la reforma seguirá siendo una veleidad y una ilusión. […] No bastaría, de ningún modo, con una simple revisión de tipo técnico.»