La variedad de caracteres de las personas hace que unas atesoren más devociones que otras. Y, cómo no, a diferentes personajes o cosas de la vida. En mi caso, me declaro limitado en cuanto a mi colección de devociones.
Pero una de ellas es este auténtico virtuoso de violonchelo, franco-chino para más señas y de nombre Yo-Yo Ma. Oír sus interpretaciones es uno de esos placeres que la vida regala de cuando en cuando. Placer que roza lo sublime cuando se junta con otro monstruo musical como es el consagrado compositor italiano Ennio Morricone.
Disfruten de esta pieza, porque hay otra esperando en el libro El Tomoscopio de Mimbre: