Cuando estuve en 2005 en la localidad belga de Lovaina me llamó la atención una singular obra del artista Jan Fabre en la plaza Ladeuzeplein: una enorme mosca atravesada por una especie de aguja metálica en forma de poste.
Eso me condujo a saber algo más de este flamenco de Amberes y de ahí supe de las enigmáticas money-performances que realizó desde los años 70 en plazas públicas de no pocas ciudades europeas. En ellas, tras recoger algunos billetes de curso legal así como facturas y tickets de los transeúntes, los pasaba a fuego para acabar escribiendo con sus cenizas la palabra MONEY. Toda una provocación en la época. Pues con una de éstas arranca la historia de El Tomoscopio de Mimbre.
¿Alegoría de lo que ciertos organismos financieros han acabado haciendo con el dinero de todos? Es posible.
Y como no lo puedo decir mejor, me adhiero a estas palabras de Afonso Becerra: «Ciertamente, Jan Fabre es un guerrero de la belleza, pero también un perforador del siempre actualizado decoro burgués, incluso en épocas de crisis como la actual».