En pie, por favor; El Tomoscopio de Mimbre tiene un anuncio que hacerles: ¡ya no queda ni un solo paraíso fiscal! Pero pero pero, antes de la euforia y los festejos con banda municipal incluida, conviene comprender lo que hay detrás de ese titular.
Toda esta historia arranca en 2007, ante la gran estafa organizada por determinados actores del sistema financiero occidental y la ¿presión? ejercida por determinados estados ante la impunidad fiscal de la que éste venía gozando.
Por ello se decidió el 2 de abril de 2009 que se aligeraba la lista negra de paraísos fiscales. La técnica lingüística es parecida a la utilizada por Bill Clinton en el caso Mónica Lewinsky. ¡Mal pensados!
¡Hombre, no se puede ya hablar de paraíso fiscal aunque nos la sigan chupando (la sangre)! Y esto que se ha hecho, ¿por cojones? No; algo más simple: por colores.
Hemos pasado de tener listas negras, que no nos iban bien con el color de las cortinas, a presumir de listas gris oscuro, gris claro y blancas. Escala establecida en virtud del grado de dificultad en obtener información de los países que tan amablemente acogen el turismo fiscal.